Las costas de Connecticut y Long Island en los Estados Unidos tienen una larga historia de piratas y tesoros hundidos. Los pescadores de mosca que tenemos la suerte de conocer esas costas estamos descubriendo nuestros propios cofres de tesoro en la forma de peces tan sorprendentes como el ¨Albie¨, un miembro de la familia de los túnidos también conocido como falsa albacora.

A solo unas horas de coche hacia el norte de la ciudad de Nueva York, la costa este al norte de Southampton hasta la punta Montauk donde se ubica el famoso faro, nos regala un punto ideal para encontrar albies o falsas albacoras en los meses de Agosto hasta Noviembre. Las rompientes y pedregales alrededor de las islas forman comederos naturales para lo peces al mismo tiempo que trampas mortales para los barcos por lo que utilizar los servicios de un buen guía es imprescindible.

Las corrientes marinas producidas por las mareas son especialmente fuertes en la zona de Long Island y algo similar sucede con las olas generadas por el viento. Un piloto inexperto puede meterse rápidamente en problemas si no conoce muy bien el lugar.

El pescador sensible encontrará un área de gran belleza, con oportunidades de pesca desde un bote o la costa poco comunes en otros lugares de la costa Americana.

La pesca desde un bote por supuesto, ofrece las mejores posibilidades con los albies ya que no tendremos que luchar con la rompiente como un pescador que intenta desde la costa en un día con viento.

Para estos peces que se mueven a gran velocidad sin parar nunca de nadar, la ventaja que ganamos con un buen bote es fundamental, sobre todo para un pescador que solo dispone de un día o dos y no puede esperar las condiciones perfectas para intentar desde la costa.

Nos asombró lo cerca que pescábamos de la rompiente, en algunos momentos haciendo filigranas entre grandes piedras que asomaban de tanto en tanto entre las extensas olas.

Veíamos cardúmenes de peces literalmente pegados a la orilla muchos de los cuales pasábamos por alto ya que era peligroso tratar de arrimar tanto el bote a la zona de rompiente.

Desde la costa los días de poco viento tiene que ser fenomenal, pero nosotros que solo le habíamos robado un día nuestros asuntos en NY, no podíamos esperar el día perfecto.

Pescar albies es un juego de pura velocidad ya que aparecen en la superficie como un escuadrón fantasma por solo unos segundos, luego se sumergen a gran velocidad apareciendo de nuevo a centenares de metros del bote. Los pájaros sin embargo los siguen siempre y son de una gran ayuda para saber donde van a aflorar de nuevo.

Los albies a diferencia de otros atunes no son criaturas de la profundidad y prefieren vivir en zonas que no superan los 30 metros. Gustan comer cerca de la superficie aunque no se mantienen allí demasiado.

Por lo que pudimos ver los albies parecen tener una caja de cambios con solo dos marchas hacia adelante, la primera velocidad que usan para nadar buscando presas de por si elevada y la segunda velocidad que usan al atacar que iguala la de un misil. A diferencia de otros peces no tienen vejiga natatoria por lo que su vida se reduce a nadar todo el tiempo o hundirse hasta el fondo.

Al no tener vejiga pueden subir y bajar en la columna de agua a cualquier velocidad sin tener que descomprimir o absorber el gas de la vejiga como otros peces.

Para complicarle bien la vida al mosquero los albies pueden subir a la superficie y bajar a las profundidades a máxima velocidad. Un segundo vemos los borbollones en la superficie y al segundo siguiente se han desvanecido. Sucede todo el tiempo y se debe a la forma en que estos torpedos marinos están construidos.

Las aves generalmente marcan la actividad de los albies por lo que en el bote todos están muy atentos a grupos de gaviotas y gaviotines que delatan la subida de los albies de un modo inconfundible, zambulléndose en picada en medio de un griterío infernal.

La velocidad con la que atacan los albies a las pequeñas anchoas y desaparecen nuevamente en la profundidad dejándonos explosivos borbollones los va a sorprender, al mismo tiempo que fuerza a una pesca donde la concentración y el frenesí van de la mano.

Hay que estar muy cómodos con nuestro equipo y casting. Totalmente atentos a los movimientos del bote mientras el guía toma posición respecto a los albies y el viento.

El lance tiene que ser rápido y preciso hacia los borbollones más cercanos. Solo disponemos de unos segundos y normalmente el primero que logra un lance es el que concreta el pique.

Es preciso que la mosca no se enrule en el lance por lo que usamos variantes de los Deceivers que llevan el ala atada en la parte posterior del anzuelo y se enrulan muy pocas veces.

Para pescar albies en la superficie el equipo indicado es aquel que pueda lanzar la mosca con cierta facilidad en el viento o levantarla del agua con bastante línea para relanzar a estos atléticos peces sin perder un segundo. Una caña 9 o 10 equipada con una línea flotante o una intermedia transparente es perfecta para esta pesca de superficie de alto octanage.

Para el que nunca haya pescado uno de estos pequeños y simpáticos atunes el descontrol luego del pique puede ser total. Son similares en apariencia a los bonitos pero de mayor tamaño y notablemente más fuertes. Pueden sacar una buena cantidad de backing del reel en menos tiempo del que lleva contarlo. Una línea que se enrula es lo peor que nos puede pasar por lo que hay que tener mucho cuidado en la elección buscando una marca que no se enrule o la vamos a pasar muy mal.

Lo primero que vemos al verlos nadar es que no ondulan el cuerpo como otros peces, un esqueleto rígido mantiene el cuerpo derecho mientras la cola se agita con una frecuencia inaudita.

Estos pequeños atunes literalmente se disparan a si mismos a través del agua como verdaderos torpedos vivientes.

Las aletas dorsales y pectorales encajan en cavidades para ser retraídas al momento de acelerar. Todo en estos misiles azules está pensado para reducir la resistencia en el agua y lo sentimos cuando el reel chilla a fondo despidiendo una cortina de agua vaporizada.

En los atunes 60 % o más de su cuerpo es músculo y si sumamos esto a que tienen un corazón grande en proporción al cuerpo nos encontramos a un verdadero atleta del mar.

Un dato curioso es que tienen un sistema para calentar el cuerpo y regular su temperatura interna. No se ponen lentos en el agua fría como la mayoría de otros peces.

Como tienen que mantener una temperatura elevada necesitan comer sin pausa eligiendo presas muy aceitosas como las sardinas.

Cruzar los Hamptons para llegar a la punta de Montauk con su famoso faro ya vale el viaje.

Es una zona de veraneo famosa por los personajes y las mansiones que aparecen en cada loma. Las marinas abundan y sinceramente no recuerdo el nombre de la que salimos, el viaje desde Manhattan tomó unas dos horas en la camioneta del guía que afortunadamente vive en New York.

Jon Fisher el dueño de Urban Angler no solo arregló todo sino que nos acompañaba en esta nueva aventura en agua salada.

La amistad con John tiene larga data, incluso fue socio en el primer Urban Angler Buenos Aires, ahora Buenos Aires Anglers.

Su hermano David guió con nosotros en patagonia en los noventa y ahora trabaja como financista en Wall Street, nada mal si uno piensa en un cambio radical.

Si bien me cuesta bastante despegar a Jon de sus negocios, de vez en cuando viene tras nuestros dorados, es un enamorado de los dorados mucho más que de las truchas.

La pesca de mar es su fuerte y no fue complicado convencerlo de intentar estos albies de otoño que aparecen de golpe de un día para otro.

A la 8 am el brillo de los barcos en la marina cambiante por el ondular del agua nos obligaba a entrecerrar los ojos y bostezar largamente mientras armábamos los equipos que luego acomodamos en los prolijos cañeros del bote.

En realidad los botes que usan para pescar en esa zona y a lo largo de la costa son máquinas perfectas de doble o triple motor con un diseño absolutamente despojado de todo lo que pueda molestar al pescador. La consola es central para poder caminar alrededor durante una pelea lo que sumado a amplísimas plataformas para castear facilitan la pesca desde cualquier posición.

A diferencia de los botes que se usan en los flats estos botes son mucho más marinos, con bordas altas y cascos en V profunda. Además son de gran tamaño, por encima de los 21 pies.

Cuando salimos de la marina al doblar la punta Montauk el oleaje se mostraba imponente y amenazador, éramos varios botes negociando las olas tratando de mojarnos lo menos posible y en eso momentos agradecimos tener motores de sobra empujando un casco preparado para los golpes mas duros.

Desde la marina hasta la punta tuvimos mar fuerte por una media hora pero al doblar la punta la costa acantilada bloqueaba casi totalmente el viento, por lo que en las bahías que se extendían al sur el agua se mantenía tranquila y transparente.

Acostumbrados a nuestro mar este nuevo mar totalmente cristalino de color esmeralda profundo nos asombró con una belleza que inspiraba confianza en el resultado de la pesca.

Grandes bancos de sardinas que se apiñaban formando enormes bolas de tono púrpura bajo la superficie, aparecían de tanto en tanto. Parecían medusas gigantes hasta que algunas sardinas giraban resplandeciendo al sol delatando su forma verdadera.

Buscábamos señales de peces comiendo en la forma de bandadas de aves marinas.

Según el guía de acuerdo al tipo de aves puede saber que tipo de peces está abajo ya que cada tipo de pez prefiere un alimento específico y lo mismo pasa con las aves.

En esta oportunidad los albies estaban comiendo unas sardinas muy pequeñas casi transparentes. El único color que tenían era un beige pálido en el dorso y la panza plateada pero el resto del cuerpo en el agua desaparecía por ser totalmente transparente.

En la zona patrullaban unos cinco botes además del nuestro y pronto todos aceleraron hacia un grupo de aves que como una nube de humo gris se veía sobre el agua a unos quinientos metros.

Una cosa que me asombró es como todos los guías comparten el mismo cardumen de peces cercando al mismo pero manteniendo los botes a prudente distancia uno del otro.

Los albies producen borbollones en el agua como si llovieran piedras enormes, cuando el guía acerca el bote hay que disparar la mosca de inmediato hacia los borbollones más cercanos.

Pronto nos dimos cuenta que nuestra forma de recoger las moscas no servía para nada, el modo correcto es castear para inmediatamente ponernos la caña en la axila y recoger la línea con las dos manos de tal modo que el movimiento de la mosca fuera rápido, continuo y sin pausas.

Por momentos teníamos que recoger a máxima velocidad para que los albies se interesaran pero a medida que el día avanzaba una forma de recoger algo más lenta le dio un poco de respiro a los acalambrados brazos.

Recoger con las dos manos es algo que nunca hacemos y los músculos que se usan son diferentes a los que normalmente usamos para recoger.

No se imaginan lo que nos dolieron los brazos al día siguiente, por lo que vino al rescate Mr Ibuprofeno.

Los albies son bastante exigentes con la mosca, hay que hacer un matching the minnow correcto y en ese momento lo que funcionó fue el blanco puro y simple.

La mosca que funcionó todo el tiempo tenía una cola de marabou blanco y un cuerpo de krystal hackle perlado. No tenía más de seis centímetros de largo montada en un anzuelo Owner Aki 2/0.

Con los albies no hace falta alambre de acero y el leader es de unas 20 libras, preferentemente fluorocarbono.

El pique es bastante violento y sin solución de continuidad el reel empieza a vaciarse de línea y backing a una velocidad aterradora. La primer corrida pareciera no parar nunca y en el backing tenso podemos sentir claramente la frecuencia que transmite la cola del albie.

Una estrategia que usan estos atunes es volver a la misma velocidad en sentido contrario.

Para no perderlos no hay que levantar la caña, es importante mantener la línea en el agua para que esta le haga presión al albie y le impida soltar la mosca que no lleva rebarba. Cuando pasan debajo del bote a veces hay que sumergir la caña para poder pasar la línea al otro lado, una maniobra sencilla si estamos en la punta pero complicada si nos tocó el medio del bote. Un error y la caña termina hecha añicos.

Es inútil tratar de recoger cuando se nos vienen encima porque su velocidad es suficiente para retroceder en el tiempo.

Son peces que pelean hasta morir si no apuramos las cosas. Por esto es muy importante no usar equipos menores al 9 y leaders lo más gruesos posibles.

Con equipos livianos muchos albies mueren durante la pelea por la cantidad de ácido láctico que acumulan y los paraliza.

Una vez dominados no podemos soltarlos como a una trucha, sencillamente se hunden y mueren. La forma de liberarlos es apuntarlos hacia el agua y lanzarlos de cabeza lo mejor que podamos para que entren con bastante velocidad en al agua lo que les ayuda a seguir nadando. Son como un aeroplano, si no logran cierta velocidad entran en pérdida y ya no se recuperan hundiéndose para morir ahogados en el fondo. Solo nadando a cierta velocidad pueden respirar bien.

Cada vez que el guía colocaba el bote teníamos uno o dos albies clavados antes que el cardumen tomara profundidad nuevamente alejándose.

La pelea, la liberación de los albies y la caza de un nuevo cardumen es sumamente interesante de experimentar sobre todo cuando el mismo ballet lo realizan media docena de botes en total armonía entrando y saliendo sin molestarse.

Por radio los guías se comunicas y se pasan datos sobre la pesca sin ocultar nada para que a todo el mundo le vaya bien, comparten los bancos de peces en lugar de esconderlos, algo que no pasa en todos lados.

Los ojos de los albies son enormes, lo que habla de una poderosa vista. Al tocarlos son increíblemente sólidos, como de mármol, no parecen tener escamas sino una piel lustrosa y resbaladiza.

El pedúnculo caudal es muy fino pero absolutamente rígido, la cola es angosta, alta y escotada como un boomerang.

Varias veces los vimos pasar como un enjambre de torpedos al lado del bote dejando una estela blanca de pequeñas burbujas. Solo la cola parece vibrar de manera frenética, el resto del cuerpo apunta hacia adelante sin movimiento alguno.

Volviendo a pensar en la fuerza que tienen para su tamaño me animo a imaginar lo que debe ser pelear con uno se sus parientes mayores como un yelowfin o un bluefin tuna que pueden pasar las 100 libras. No creo que se los pueda sacar con una caña de mosca menor a una 12.

No es raro que para esos atunes necesitemos reels con 600 metros de backing de spectra fibers ya que con el normal de Dacron la resistencia en el agua generada por un mayor grosos sería suficiente para cortar cualquier tippet o deformar muchos anzuelos.

Junto con los albies encontramos abundantes striped bass, otro de los atractivos de la zona con ejemplares que pueden llegar a tamaños monstruosos.

No pelean como los albies pero comen en superficie y toman las moscas impecablemente.

El día se nos hizo corto disfrutando de un mar y una costa únicos, mirando casas de personajes famosos y pescando albies y striped bass sin notar que cerca de ese paraíso viven unas veinte millones de personas.

Volviendo a la marina ese mar nos regaló algo más como asegurándose de atraparnos para un futuro. Cerca de la marina varias hectáreas de agua parecían estar en ebullición mientras miles de aves marinas esta vez de todo tipo, caían en picada como granizo.

Al acercarnos el agua era una masa viviente de blue fish o anchoas de banco.

No eran grandes, pero había un número inaudito de ellas.

Las primera moscas sin cable se las llevaron de inmediato. Tienen dientes aserrados capaces de cortar los monofilamentos más gruesos, incluso cables de acero fino.

Decidimos no poner alambre y deshacernos de cuanta mosca oxidada y arruinaba colgaba en el bote. El guía gritaba muerto de risa, trash flies only. Ni bien tocaban el agua aunque solo fuera un anzuelo con unos pelos las anchoas las tomaban con fuerza dando una pelea de perros que terminaba generalmente con un corte. Si la mosca se clavaba afuera y lográbamos mantener todo tenso subíamos alguna al bote.

Son peces hermosos y de una fuerza bruta considerable, carecen de la velocidad de los albies pero a la hora de hacer fuerza no ceden fácilmente.

En otros momentos hay anchoas de 5 o más kilos que son cosa seria como pueden dar fe amigos que han tenido la suerte de medirse con ellas.

Durante una buena hora nos divertimos con las anchoas hasta que los brazos dijeron basta y la imagen de unas cervezas bien heladas acompañadas por algunas delicadezas se hizo insoportable.

El mar se había calmado tornando la vuelta en un paseo que no terminó en la amarra.

Continuó en el pequeño trailer y boliche de pesca lleno de fotos, boyas viejas, señuelos destrozados y cachibaches que recorrimos a fondo hasta encontrar algo para comprar. Siguió en el bar de pescadores, donde se mezclan los mas rancios tiburoneros, pescadores de señuelos y mosqueros sin que nadie se sienta fuera de lugar, disfrutando cada uno con los relatos del día y los días anteriores. Cada uno aderezado de un modo tan inconfundible como apasionante.

En ese punto se han sacado los tiburones más grandes y para nosotros los que pescamos con mosca es el punto donde encontrar a los albies, remarcables criaturas en muchos aspectos y fundamentalmente diferentes a cualquier otro pez que hayamos pescado.

Somos afortunados de que estos especiales atunes hayan decidido vivir en un sitio que los pone al alcance de nuestras moscas, en un lugar que podemos visitar por un día cuando por otros motivos estamos dando una vuelta por la Gran Manzana.