Esta laguna artificial, que adoptó el nombre de Iktus inspirada de la palabra griega Ichthys, que traducido significa “pez”, se ubica en Lons, cerca de la población de Pau, y ocupa, con acierto, una antigua gravera, hoy día convertido en un lugar de encuentros de pescadores de múltiples nacionalidades, en un entorno cuidado y en los límites de un parque natural.
Sus aguas están pobladas no sólo por truchas comunes o fario y aro iris, sino que también hay truchas tigre (trucha híbrida de salvelino y trucha común), trucha leopardo (trucha hibrida entre salvelino y trucha arco iris) y salvelinos, lo que hace que podamos pescar a mosca diferentes modalidades en función a la especie que busquemos.
La pesca de salmónidos en lago está cada vez más en auge en el sur de Europa, pues si bien hasta hace pocas fechas se limitaba a las lagunas formadas del deshielo en los sistemas montañosos, desde la inclusión en los campeonatos del mundo de al menos un día de competición en lago, ha provocado que numeroso pescadores busque escenarios donde entrenar en estas aguas durante todo el invierno y parte de la primavera, dado que a partir del mes de mayo hasta ya pasado el verano, debido al calor, solo se mantienen activas otras lagunas de mayor tamaño dedicadas fundamentalmente a la pesca de carpas, muy popular en el centro de Europa, aunque cohabitan también con lucios, e incluso con alguna variedad de esturión.
La excursión a estas tierras lejanas partió desde Valencia, a más de 600 km en la costa mediterránea, y se decidió sobre la marcha, pues aunque teníamos ilusión por ir a pescar a este idílico lugar, la previsión del tiempo este invierno, lleno de frentes continuos – la famosa ciclogénesis explosiva a la que estamos expuestos este año extraño climatológicamente (borrascas sucesivas con masas de aire frío que entran desde el atlántico) – desde antes de que finalizara el año 2013, no permitía ser optimistas ni encontrar una tregua que nos permitiera planificar el viaje con suficiente antelación. Esta fue la razón por la que en muy pocos días, y más derivado de la situación personal y laboral de los cuatro pescadores que emprenderíamos la aventura – Carlos, Fernando, Txema y Arturo – tomamos la decisión de salir el pasado viernes 30 de enero, aunque las previsiones climatológicas no eran muy halagüeñas.
Teníamos por delante casi siete horas de viaje, y salimos aún de noche, en un vehículo lleno de cañas, moscas, waders, botas…., pero sobre todo ilusión. La nieve no tardó en aparecer, y a la hora de haber salido, empezó a caer copiosamente, circunstancia que no impidió que el viaje prosiguiera, aunque el temor de que nos encontráramos los pasos fronterizos cerrados se nos pasó por la cabeza. Afortunadamente según nos acercamos a los Pirineos el tiempo mejoró y, los nervios y prisas por llegar y montar las cañas se hacían más palpables en el ambiente. De esta manera entre risas por las moscas que Fernando y Carlos habían montado para el lago, que más parecían golosinas de colores y formas llamativas para los niños que imitaciones al estilo clásico que normalmente usaríamos en otras circunstancias y escenarios, y especulando por quien sería el primero en estrenarse con aquellas truchas, llegamos a medio día a nuestro destino.
Si bien los aledaños de la carretera de acceso son muy urbanos, a través de una zona industrial, he de reconocer que una vez en el “reservorio”, como se denomina en Francia, el entorno me sorprendió agradablemente, pues el lago está rodeado de una zona boscosa, con orillas despejadas, una isla central llena de vegetación y cobertura para los salmónidos, así como un embarcadero con siete barcas de aluminio equipadas con remos, además de un centro de información y venta de artículos de pesca, un restaurante y numerosas cabañas de madera perfectamente equipadas para pasar unos días con el suficiente confort.
En menos de una hora ya estábamos sobre las barcas, y aunque el aire era constante y fuerte, esto no impidió que las primeras moscas probaran las aguas francesas. No tardamos demasiado tiempo en adaptarnos a las circunstancias climatológicas, y aunque se veía algún movimiento en superficie por parte de las esquivas truchas, la actividad estaba a medias aguas, de manera que con cañas de 9 pies del 6 al 8 provistas de líneas intermedias y hundidas empezamos a conseguir las primeras capturas, la mayor parte arco iris. Las moscas que hasta ese momento utilizábamos eran fundamentalmente Zonkers, de diferentes tamaños y colores, streamer tipo San Dragon y alguna imitación de conjunto simulando alevines, de manera que las arco iris, que algunas pasaban los tres kilos, reaccionando con largas carreras, que hacían sonar los frenos de nuestros carretes,….. hicieron que atrás quedaran las horas interminables de carretera y ya solo había un objetivo por delante, disfrutar de la pesca.
Al anochecer la actividad en superficie se intensificó, pero no se veía eclosión alguna, con lo que, después de probar varios patrones de mosca seca, e incluso en tándem dejando algún quironómido suspendido bajo la superficie sin obtener resultado alguno, cambiamos la técnica hasta ese momento empleada, y utilizando línea de superficie o intermedia, optamos por anticipar nuestros lanzamientos a las estelas que en su recorrido dejaban estos salmónidos en su búsqueda de alimento o, bien a trucha vista si estaban suspendidas cerca de la superficie, presentando pequeños streamers tipo Woolly Bugger y Zonker más ligeros de los empleados hasta el momento, sobre todo negros, logrando numerosas capturas, aunque estas, en general, eran arco iris de menor tamaño…pero igual de poderosas en sus carreras y embestidas.
Por la noche, ya en la cabaña bien equipada y acondicionada, fue tiempo para la reflexión y reponer fuerzas…ensalada, perritos calientes y crepes que Carlos preparó con gran maestría. La noche transcurrió rápido, pues el cansancio tras el viaje, las emociones y las horas que llevábamos sin tregua, hicieron que durmiéramos profundamente. Tras este merecido descanso, los nervios por reanudar una nueva jornada de pesca hizo que muy pronto estuviéramos ya en pie, pero la climatología nos deparaba una jornada difícil, viento y, sobre todo, una lluvia copiosa y persistente nos hacía presagiar que la jornada de pesca iba a ser muy diferente a lo vivido la tarde anterior.
La primera decisión fue llevar menos cañas en las barcas, pues la jornada anterior dispusimos de tres cañas por pescador y dos pescadores por barca, dado que la pesca a seca era prácticamente inviable y la localización de las truchas tendría que ser buscando posturas propicias o pescando al agua, pues no se apreciaba actividad alguna en superficie. Sólo nos quedaba protegernos del agua con chaquetas impermeables y acomodar nuestros equipos de pesca y fotográficos, a los que no estábamos dispuestos a renunciar, en sacos o cajas estancas.
He de reconocer, que a pesar de lo desalentador de las circunstancias, las truchas dieron la cara una vez más, y con Zonkers de mayor tamaño con diferentes pesos y, en general de llamativos colores, es especial unas que les llaman “culebras” de unos 12 cm de longitud con el anzuelo atrasado, que tenían gran movilidad y fáciles de lanzar, las capturas fueron sucediéndose, circunstancia que tiene su lógica, pues si nosotros cuatro estamos acostumbrados a los días de sol del levante mediterráneo, estas truchas estaban habituadas a este clima adverso, que es el habitual muchos de los días invernales de estas tierras.
Este día supimos dar con las truchas marrones o comunes, circunstancia lógica al ir escrudiñando todos los rincones de la laguna donde pensábamos que podrían protegerse estas pintonas, probando a diferentes profundidades, de manera que se consiguieron algunas capturas que superaron los dos kilos, sobre todo una que logró pescar Carlos cuando más llovía, que puso a prueba la estanqueidad de la cámara fotográfica…, sin duda los riesgos que tiene obtener un buen recuerdo. El día discurrió como empezó, agua, agua y más agua, hasta el punto que ya a mitad de tarde, cuando el frio viento más arreciaba, y que anunciaba nevadas en las inmediaciones, las manos empezaron a no responder y a reclamar una ducha caliente y ropa seca, que nos permitiera recuperar las fuerzas perdidas y renovar las ilusiones para afrontar el último día que nos quedaba, por lo que dimos prematuramente terminada nuestra jornada de pesca.
Nuestro último día de pesca por estas tierras, se inició como el anterior, alzándonos al amanecer y con la lluvia aun haciendo acto de presencia, pero había un signo que nos permitía cierto optimismo, en el horizonte se divisaban tenues claros de luz. Un desayuno consistente, preparar las maletas para nada más terminar nuestra jornada de pesca poder salir con premura – teníamos por delante muchas horas de carretera – y preparar los equipos de pesca fueron nuestras tareas hasta que, de pronto dejó de llover y volviendo la vista a la laguna, Fernando nos alertó de lo que en el lago comenzaba a avistarse….numerosas truchas rompían la superficie del agua en busca de alimento, como dando la bienvenida a los primeros rayos de sol tras más de 24 horas lloviendo, con una actividad que presagiaba una buena despedida.
Nos apresuramos a las embarcaciones y ya desde los primeros lanzamientos con pequeños Zonkers, y sobre todo Blobs y Bobbys de colores intensos, las truchas atacaron nuestros señuelos con avidez, debiendo reconocer que fue Fernando el que mejor se adaptó inicialmente a estas nuevas circunstancias. Ya no había problemas para hacer largos lances, pues el viento era racheado, pero de menor intensidad que los días anteriores, por lo que se cubría más superficie en cada presentación lo que hacía más efectiva la pesca. Fueron casi dos horas donde las truchas, sobre todo arco iris, nos hicieron pasar un rato inolvidable, hasta que, con el sol más alto, la actividad en superficie desapareció, volviendo a tener que pescar en capas más profundas como había sucedido en los días anteriores.
Ya a mitad de mañana, Txema nos sorprendió con una preciosa trucha arco iris que superó por bastante los cuatro kilos, atacando un Zonker de color anaranjado desde una cobertura entre ramas en la isla central dejando una violenta estela en su recorrido y, tras varios minutos de pelea, subió a la barca para una rápida fotografía, volviendo de nuevo su guarida tras una adecuada recuperación, pues la pelea la dejó casi exhausta. Así, discurrió una entretenida mañana de domingo y, por consiguiente, la hora de iniciar el regreso a casa, pero Carlos y Fernando, estaban aún enzarzados en una reñida pero amigable competición, y no encontraban momento para dejar las cañas, por lo que tuvimos casi a la fuerza que sacarlos del agua…., la jornada para nosotros había terminado, pero dejábamos en las orillas del lago y en resto de embarcaciones numerosos pescadores, no sólo locales, pues nos encontramos con unos compañeros españoles con los que compartimos jornadas de pesca por Alaska, que en una jornada ya sin lluvia, seguro terminarían de disfrutar de estas instalaciones.
El regreso estuvo amenizado por las bromas y comentarios sobre las experiencias vividas y, emplazándonos para regresar a este idílico lugar, pues nos habíamos dejado una asignatura pendiente, las truchas leopardo y las truchas tigres, que no supimos localizar, y aunque Carlos si logró tener en su mosca una de ellas, ya cerca de la embarcación logró zafarse del señuelo, lo que le supuso una gran decepción, y a la vez, la excusa para tener que volver en un futuro no muy lejano.
Para finalizar, creo importante resaltar el mérito que han tenido los gestores de este centro – réservoir de pêche à la mouche, como lo denominan ellos – de recuperar un espacio degradado y reconvertirlo, no sólo en una espacio natural de indudable valor ecológico sino además, darle una utilidad que va más allá de lo estrictamente deportivo o la competición, sirviendo de punto de encuentro y divulgación, donde acuden pescadores de numerosas nacionalidades, compartiendo conocimientos y experiencias, es decir, disfrutando de aquello que aman, la pesca a mosca.
Con Carlos Cifuentes, Fernando Lara y Txema Juliá