El Río Grande ya nos tiene acostumbrados tanto a sus enormes ejemplares de marrones migratorias como a su clima hostil, con vientos que arrancarían los techos de las casas en una ciudad y un frío punzante que se siente en rostros y manos constantemente, nos pone a prueba para ver hasta que punto nos gusta esto y que tan clara la teníamos.
Este viaje no fue la excepción, viajamos junto a mi amigo Esteban Psenda y desde el primer al último dia nos acompañaron vientos que oscilaban entre los 90 y 100 km/h y que por momentos llegaron a 120 km/h. No se podía estar de pie, menos poner la mosca en la barda de enfrente. Queríamos ganar distancia metiéndonos al rio, pero las olas nos pegaban como valdazos de agua. Como condimento a la excursión, en la semana había estado nevando en la zona cordillerana, por lo cual el rio bajaba turbio, con más agua y congelada!! truchas había y a montones, pero teníamos que llegar a donde estaban y encima hacerlas picar. Lo único que teníamos a nuestro favor, era el guía, Luis Olivier, conocedor si los hay, pesca el Rio Grande hace 25 años. Guió en todas las estancias formándose al lado de grandes caster como jhon cook, simon gawesworth, göran anderson y scott mckenzie entre otros. Conoce cada pool del rio mejor que su casa; con sólo ver una champa semihundida, o una barda 10 cm más alta, sabe si las truchas están más atrás o más adelante o simplemente no están en el pozo; qué línea y mosca poner, a qué profundidad y cómo trabajarla. Fue también un precursor en la pesca de marrones con secas al comenzar a tentarlas patinando grandes moscas en superficie.
Llegué un viernes. Esteban había llegado un dia antes que yo y ya había estado pescando con un par de buenas capturas y otras tantas perdidas. Mi suerte fue la misma hasta que entré en calor y con indicaciones de Luis logré tomarle la mano a la resistencia del tippet y la fuerza de las anádromas, el momento en que arrancan la corrida y cuando comienzan a cansarse para poder ejercerle más fuerza y lograr arrimarlas. Otra herramienta de gran ayuda que brindó Luis fue que nos explicó como pelear estas truchas trabajando la accion de la caña de dos manos como hacen los pescadores de salmón del atlántico, con la caña a media altura enfocada hacia el rio y levemente inclinada hacia el lado en que se dirige el pez, caminando por la orilla del rio lo más próximo a la trucha para mantener la tensión y sólo comenzar a alejarse un poco del cauce cuando ya está medio cansada y lista para ser landeada. Cada cual tendrá su técnica seguramente, por lo menos a mi ésta me resultó de diez! No volví a perder una trucha el resto de la excursión.
El viento soplaba incesante, sólo nos permitía hacer un rol con el shooting y lo demás era trabajar la linea para que la mosca baje hasta donde estaban los peces. Deseaba que merme el vendabal para probar con secas como lo había hecho Esteban, pero el clima no daba tregua. Al dia siguiente volvimos al Grande, los pozos que teníamos a nuestra disposicion eran el gaviotero, el del arturo, gipsy y la boca del ona. Todos unos pesqueros terribles, pero a nuestro pesar, las condiciones empeoraron, y no contabamos con una semana de pesca como los gringos que van a la estancia y un dia como ese lo sacrifican, asi que pondríamos lo mejor de nosotros para lograr lo que se perfilaba ser una jornada perdida. Comenzamos a pescar en el Arturo. Sin hacer muchos firuletes, cuanto menos despegabas la linea del agua, mejor. Todo lo que sabíamos de técnicas de spey, poco pudimos emplear. Entre ráfaga y ráfaga, cuando lograbas poner el tiro en el lugar indicado, venia el pique seguro. Corregias, dejabas derivar y Pum!! Pero ponerla enfrente no era tarea fácil. El viento te desplazaba el cast haciendo que la linea cayera fuera del lie y tengas que volver a empezar. Tanto sacrificio se vio recompenzado por 6 truchas en la mañana. Al llegar el medio dia no había lineas, caña, ni técnica que valga, no se podía estar de pie.