Mientras pienso y medito la forma mas adecuada de comenzar este articulo, se me suma al cúmulo de recuerdos y justificaciones, el por qué la pesca con mosca marcó un antes y después en este libro tan cortito y desafiante que es la vida.  Casi sin querer llego a la conclusión de quizás se deba a que es la primer actividad que me enseño a disfrutar de una amalgama de experiencias que lejos están de finalizar en el hecho de concretar una captura.

Imagino que cada pescador tendrá su historia tan arraigada a sus fibras que se podría escribir un libro, por eso no quería dejar pasar la oportunidad de dejar plasmada la mía, porque créanlo o no, esta modalidad de pesca se convirtió en uno de mis pasatiempos más importantes. 

Si mal no recuerdo, mi primer encuentro con la actividad fue por el 2010, en donde junto a mi viejo y a Agustín, un viejo amigo cazador y pescador de Chile, decidimos ir a pescar dorados al Río San Javier en la zona de Alejandra, al frente de Esquina. 

Mientras preparábamos nuestros equipos sobredimensionados, Agustín me insistía que probara su metodología y su equipo, una caña Sage número 6#, cuya impronta consistía en revolear un par de plumas negras hacia delante y hacia atrás para lograr distancia gracias al peso de una hermosa linea teeny decorada a dos tonos; todo esto ante los ojos descreídos del guía y sus compadres. Si bien la experiencia fue un éxito, yo no me animé a castear, quizás debido al fantasma de dificultad que planteaba tal desafío.

Después de un par de años y con la experiencia de haber comenzado a disfrutar de la pesca con artificiales en la variante de spinning, mi novia, quizás la principal responsable de esta aventura, me dijo "vamos a recorrer La Quebrada del Condorito, leí que hay truchas". Sin saberlo, se refería a una variedad que sobrepuebla el parque, las fontinalis. Contento y expectante, partí hacia este paraíso con mi caña UL y una cuchara del 0 para probar suerte. Demás esta decir que la pasé excelente, pero seguía faltando algo; fue en la búsqueda de ese "algo" en donde descubrí la mosca, una actividad que rozaba casi lo artístico porque a medida que investigaba y leía, entendía su complejidad y la cantidad de condimentos que la forman.

Ya cerrada la temporada 2012 / 2013, me dirigí a Córdoba Fly Shop, en donde me atendió Ernesto Mazzola, uno de los referentes de la modalidad en la ciudad de Córdoba; así fue que en una semana, ya estaba tomando mis primeras clases en las márgenes del poco afamado Río Suquía. Entre las prácticas y la larga espera hasta la próxima temporada, comencé a atar, compre lo necesario y gracias a youtube hice mis primeras moscas, vale la pena destacar que también descrubrí está hermosa red social de la cual pude extraer mucha información.

La primer captura

Casi como ir a un prostíbulo para tener sexo, mi primer captura se dio en el criadero de Río Ceballos, no fue la gran aventura, pero la verdad que me dejo más que conforme.

Ya llegada la temporada 2013 / 2014, las fontis fueron mi primer objetivo, claro que si las comparo con la primer AI que capturé y encima de buen porte para nuestras sierras, se podría decir que hay una maratón de distancia en la generación de adrenalina, ojo que con esto no quiero desmerecer a ninguna especie, ya que como sabemos, la mosca no se define bajo los parámetros de una buena batalla, entiendo que va mucho más allá.

La temporada

Si miro para atrás no dejo de pensar en la suerte que tuve, porque logre una variedad de capturas y experiencias inolvidables, desde las tarariras, dientudos y palometas (chanchitas) del Río Suquía, que despuntaban mi vicio a la salida del trabajo, hasta las corridas desenfrenadas de algún que otro dorado en Corrientes.  Ni que hablar de las arcoiris cordobesas, que sumergidas en las sierras fueron sin duda la frutilla del postre.

Conclusión

Sin desmerecer las capturas, ya que son el opio de cada salida, en esta primer temporada ocupan un segundo plano, ya que como dije anteriormente es la pesca con mosca una pasión constituida por múltiples engranajes que te permiten disfrutarla aunque no estés pescando. Si tuviera que listar estos puntos, la lista sería interminable, desordenada y quizás un poco egoísta ya que no considero tener la suficiente experiencia como para arriesgarme a semejante veredicto.  Lo que si puedo decir, es que me pone contento intuir de que el Fly Cast es una actividad que tiene un comienzo, pero que nunca tiene un fin, por lo que les quiero dar las gracias a cada uno de Uds. por ayudarme a aprender y a soñar, ya que compartiendo sus experiencias también contribuyen a que el desafío sea cada vez más amplio, por lo menos para mí.