Tomamos junto a Belén, mi novia, un avión con destino a Esquel, ya que ir vía Santiago implica tres vuelos desde Buenos Aires. El camino desde Esquel a Yelcho Lodge toma unas tres horas por tierra, que sorprenden con sus imponentes paisajes. La húmeda selva valdiviana en seguida se hace notar con su tupida vegetación, mientras el imponente Río Futaleufú nos acompaña en el trayecto hasta
desembocar en el Lago Yelcho.
Llegamos al Lodge ubicado en la cabecera norte del lago. Nos instalamos en una de sus cabañas anexas revestidas con las típicas tejuelas color gris oscuro. Es final de temporada, llovizna, con cinco grados centígrados de temperatura. La calefacción a leña tiene un sabor especial que nos retrotrae a lo simple de otras épocas.
Por la mañana nos encontramos con Adrián nuestro guía, entusiasmado con los dos días de pesca que nos esperan. El lago Yelcho se encuentra a 70 metros sobre el nivel del mar, cuenta con una superficie de 116 kilómetros cuadrados. Navegamos diez minutos hasta que llegamos a la embocadura del Río Yelcho. Su caudal medio es de 360 m3/segundo y recorre unos 40 km hasta desembocar en el océano pacífico. En su trayecto cuenta con algunos afluentes que le aportan cierto grado de turbidez ya que provienen de glaciares. El paisaje que lo rodea es realmente deslumbrante. Estando tan cerca del nivel del mar las montañas se presentan imponentes, impresionan algunos paredones verticales con cientos de metros, nieves eternas en sus cimas, y glaciares que se descuelgan. Derivamos río abajo, un chucao irrumpe entre el espesor de la vegetación, mientras nos divertimos pescando algunas pequeñas truchas.
Por la tarde, llegamos a un sector del río donde Adrián nos aclara que es zona de salmones Chinook (King). Es tarde en la temporada, los runs de plateados entran en enero y febrero, aunque en esta época se pueden encontrar algunos tardíos. Es agua grande como para pescar de vadeo. Desde la lancha, Belén hace un par de lances y pica uno, parece grande! La caña esta flexionada hasta el mango y parece que va a estallar en cualquier momento. La pelea se demora una media hora hasta que lo vemos aparecer debajo de la lancha. Es enorme, creo que es el pescado más grande que he visto hasta el momento. No puedo estimar un peso. El guía con esfuerzo lo saca fuera del agua. Quiero levantarlo y con mucho esfuerzo logro ponerlo encima mío. Cuesta maniobrarlo, pero consigo presentarlo. Nos tomamos unas fotos y lo liberamos. Emprendemos la vuelta contentos por la experiencia que acabamos de vivir.
El segundo día, nos sorprende un día otoñal sin viento, con el lago planchado. Vamos a conocer la famosa “bahía leones”. Eternos juncales me recuerdan mis pescas con aguaciles en la zona de Bariloche. Una cama de algas distribuidas por toda la bahía lo convierten en un ambiente ideal con gran disponibilidad de alimento. En las partes donde no hay juncos, un bosque semisumergido genera un sinfín de refugios perfectos para alguna buena marrón. Todo ello enmarcado con grandes montañas, donde a lo lejos se asoma un glaciar que cada tanto nos sorprende con un ruidoso desprendimiento.
Se ve gran población de truchas. Adrián me aclara, “en el verano hay mucho matapiojo” (refiriéndose a los aguaciles). Puedo imaginarme esa bahía durante febrero en un día soleado. El lago está muy quieto y las truchas rechazan mi streamer, finalmente pica una linda arcoíris que en reiteradas oportunidades busca enredarse en las algas, y pone al límite mi tippet 2x. Finalmente logro sacarla.
En medio del silencio de la mañana con el lago planchado nos sorprende con otra escena, se trata de truchas acardumadas que cazan puyens. Vemos pequeños círculos de aguas nerviosas. Se mueven muy rápido y con comportamientos totalmente erráticos a buena distancia nuestra. Después de algunos intentos, nos quedamos contemplando el espectáculo. Es impresionante la voracidad con la que atacan. Escenas como esta son parte de la pesca con mosca y van más allá de pinchar un pescado.Por la tarde, volvemos al río, las truchas no están muy activas. Venimos derivando, y se presenta una pequeña entrada detrás de unos troncos. El lugar es complicado, mi blonde viaja justo detrás de ellos, sube una trucha, es buena! Por algún motivo descarta su ataque a último momento. Todo pasa en segundos. No levanto mi línea a tiempo, engancho en uno de los troncos, un roll apurado y termino con una rotura de la puntera de mi caña Sage Method nueva. Cosas que pasan...
Paramos por un momento, y le pregunto a Adríán si alguna vez a pescado la desembocadura del Rio Yelcho y particularmente si ha tenido oportunidad de pescar con mosca los famosos peces Sierra. Me mira y me contesta con una aclaración “Si, hay que estar preparado para su primer corrida, son 80 metros sin parar, algunos llegan a los 8 kilos”. Escucho atento y no puedo evitar empezar a pensar en mi próximo viaje. Sin dudas volveré a pescar con mosca en este paraíso. Truchas, Salmones y Sierras parecen una buena excusa para volver.